Eros, oye mis ruegos, ¡dulce pira!:
Cual ninfa que se incuba en las glucosas
del caqui, abrasa ya mi piel... delira...
prendada del nectario de tus rosas.
Humecto está el jardín que me transpira
la música nupcial de las esposas
que nos consuma el fuego de esta lira
y sean nuestras vidas más hermosas.
Hagamos un castillo de la cera,
con besos de alhelí, trenzado lazo,
derrámese la miel y el son entero.
Así sublimemente en tu regazo
mi cáliz siempre darte en primavera
y pueda yo decir así: ¡te quiero!
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